

Ismene Mercado

Maestra en Filosofía de la Cultura (UMSNH); Licenciada en Lengua y Literatura Hispánica (UNAM), Profesional en Educación Artística (INBAL). Ha participado en diversos diplomados, seminarios, congresos, talleres y encuentros de los que se destacan el Diplomado en Creación Literaria de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM); el Diplomado “Nosotros entre libros” por parte de IBBY México; el seminario-taller “Filosofía con niños e infancias”, el Diplomado del Proyecto de Formación de Docentes para la Aplicación del Programa de Filosofía para Niños en Educación Básica así como en el Primer Congreso Internacional de Educación Artística.
Como docente ha impartido clases de promoción de la lectura para IBBY México; de literatura para el Centro de Educación Artística “Miguel Bernal Jiménez”; de Español para el Conservatorio de las Rosas así como talleres en torno a la literatura, la escritura, la filosofía para niños y la narración oral en la Universidad Latina de América, la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, la Universidad Pedagógica Nacional, el Tecnológico de Morelia, entre otros.
De manera paralela se ha desarrollado en torno a la locución, la lectura en voz alta y la narración oral lo que le ha permitido participar en diversos programas de radio y proyectos audiovisuales. Actualmente es cofundadora e integrante del colectivo de Narración Oral Xérekua. Nido de cuentos y emociones.
La narración oral como acto social integrador
“La fantasía no es una forma de evadirse de la realidad
sino un modo más agradable de acercarse a ella.”
Michael Ende
“La ficción (…) brinda ocasiones para plantear problemáticas humanas complejas.”
Ana Siro
Los cuentos han sido, y continúan siendo, uno de los recursos más empleados para,
entre otras cosa, adoctrinar, advertir, sensibilizar o poner de manifiesto alguna temática
sobre la cual aprender o reflexionar. De ahí que los seres humanos tengamos una
estrecha relación con ellos. Estos, en gran medida, sostienen y dan forma a nuestra
relación intrapersonal e interpersonal puesto que, al conocer con la imaginación y el
pensamiento hipotético escenarios y personajes, quedamos poblados de referencias,
acontecimientos, situaciones e información que creamos y recreamos a lo largo de toda
nuestra vida.
A partir de ahí, aprendemos a nombrar y enunciar hechos y acontecimientos relevantes así como a establecer puntos comunes, hábitos y prácticas cotidianas. Los cuentos contribuyen a dar forma a lo que nos narramos y a lo que narramos para otros pues ponen de manifiesto nuestra capacidad de pensamiento, de expresión y de reflexión a la par que pueden establecer pautas para el cambio y la creación o reconstrucción de nuestra realidad, de ahí la importancia de aprender a elegir nuestras narrativas puesto que con ellas establecemos relaciones intersubjetivas y socializamos con nuestro mundo inmediato así como con nuestro mundo exterior.
Ante estas posibilidades que los cuentos nos ofrecen se requiere ampliar el espectro más allá de los muros escolares, sobre todo ante la inequidad y violación de un derecho humano fundamental como lo es el acceso a la educación ya que las niñas, los niños y los adolescentes merecen ser parte de la herencia cultural que hombres y mujeres han dejado a lo largo de la historia humana.
Por ello, considero que, a través de la narración oral, profesional y comprometida, así como de la literatura, podemos ampliar la gama de voces puestas al servicio de las infancias y las adolescencias para generar espacios de paz, espacios de refugio y contención, espacios de inclusión.
A través de ella es posible acortar brechas sociales que generan discriminación al poder realizarse ante grupos de personas sin importar edad, identidad de género, escolaridad o estatus socioeconómico para propiciar experiencias comunes, atemporales, contrastantes y lúdicas, tan indispensables para el trabajo en torno a la participación, la cooperación, el sentido de identidad y pertenencia con el propósito de cimentar el sustento para una educación y cultura de paz.
Desde la narración oral, tanto los interpretes como los asistentes, nos convertimos en copartícipes de la difusión de símbolos y estructuras, vamos perteneciendo así a un lugar hecho de historias. Historias que nos significan, que nos representan, que nos hacen pertenecer y que nos brindar valía.
Por lo tanto, la narración oral, vista como un fenómeno social integrado puede trabajar a favor de las semejanzas al entablar vínculos entre las diferencias. Y qué decir de la aportación que ofrece la narración oral en torno a la palabra dicha previo al encuentro con la palabra escrita. Tarde o temprano, las infancias, llegarán a la lectura, y considero que parte de nuestra labor es hacer de ese proceso un senderito habitado de poesía, giros del lenguaje, perspectivas diversas, juegos
interpretativos, etc.
El acto narrativo como acto social integrador aporta elementos para el desarrollo del pensamiento-memoria a la vez que nos permite darnos cuenta de que no estamos solos en medio de cualquier incertidumbre o certidumbre.
Además de que, esta posibilidad de ampliar nuestros horizontes, a través de las historias que nos cuentan, nos permiten contrastar la realidad, nuestra realidad, con la de otros, reconocernos en los otros y a la vez identificar nuestra particularidad.
Sabernos acompañados en las alegrías y en las interrogantes de la existencia contribuye a la creación de nuevas formas de ser y estar en el mundo ya que la unilateralidad propicia o agudiza los prejuicios, y las acciones derivadas de éstos, en favor del desprestigio, la exclusión, la ignorancia y el odio.
Y en este sentido, el narrador oral profesional, que ejerce un oficio y por lo tanto un compromiso con su quehacer, al trabajar con elementos literarios, orales o escritos,
con calidad estética, aspira a trascender el aspecto meramente de entretenimiento, con
el que se suele asociar a la narración oral, para tocar fibras profundas en función de
detonar procesos significativos que apuntalen a actos de cuidado y respeto porque se
han preñado de sentido y de ensoñación, contemplación, imaginación, creatividad y
juego acogidos por un acompañamiento franco, amoroso y que apuesta por la ternura.
Porque, como dice Michèle Petit: “Los espacios colectivos de lectura sacan de
su soledad a cada uno, les hacen comprender que sus sufrimientos son compartidos no
sólo por los que están a su lado sino también por los personajes que encuentran en las
páginas leídas o por quienes las escribieron” o las contaron.
Así, el acto de narrar es una posibilidad para generar experiencias democráticas,
inclusivas y heterogéneas en función del autoconocimiento pero también en función del
ejercicio de una ciudadanía latente, activa, en movimiento, que cuente con herramientas para afrontar los estragos que la fragmentación y la violencia genera porque, como dice Michèle Petit en su libro El arte de la lectura en tiempos de crisis:
“Cuando los relatos desaparecen (o bien se degradan a objetos museográficos),
[…,] hay una pérdida de espacio: privado de narraciones (como puede
contrastarse tanto en las ciudades como en el campo), [genera que] el grupo o el
individuo tenga una regresión hacia la experiencia inquietante, fatalista, de una
totalidad informe, indistinta, nocturna. La literatura, [y yo agrego, la narración
oral] es parte integrante del arte de habitar que nos resulta esencial.”
El acto de narrar establecer un anclaje a la parte amorosa del ser humano, a la
parte esperanzadora, porque es voz, es memoria, es pensamiento y es cuerpo, un acto
integral en sí mismo que, en medio del caos o el desasociego, nos salva, nos regresa a
nosotros mismos, nos sostiene.
Así, las niñas, los niños y los adolescentes, a través de los cuentos y la narración
oral, ante la barbarie, merecen poder hacer frente a todo lo inesperado o
desafortunando de la experiencia humana desde la fantasía.